“No resucitar”, dice en su pecho. Está tan convencida de su decisión, que a sus 81 años entró a un sitio de tatuajes en el condado de Norfolk, en Inglaterra, para que le marcaran la frase en el cuerpo. La mujer se llama Joy Tomkins y no quiere que los médicos intervengan su cuerpo cuando se encuentre al borde de la muerte.
Hace tres décadas hizo su testamento y considera que puede morir tranquila cuando se rompa el hilo de la vida. Es tan contundente su decisión que, en caso de un accidente en el que caiga de espaldas, se hizo otro tatuaje que dice “Por favor voltéeme” para que el lector vea el mensaje principal. La decisión de Joy abre un debate acerca de la labor de los médicos frente al criterio de los pacientes con respecto a la resucitación artificial.
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